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Crónica

Tres puntos de oro

Mirar el calendario de las últimas jornadas y marcar partidos “fáciles” y “difíciles”. Suele ser un ejercicio habitual entre los aficionados cuando se acerca el final de liga. Y un partido contra uno de los colistas entra, por lógica, en la categoría de “3 puntos seguros”. Pero ya se sabe que la lógica suele funcionar en cualquier ámbito de la vida menos en el fútbol, si no, que alguien trate de explicar cómo el Mierdas gana Xempions.

Y la historia del fútbol dice todo lo contrario. Jugar en las últimas jornadas contra equipos envueltos en la lucha por eludir el descenso, más aún en su casa, puede ser incluso más complicado que uno de Xempions. Y el Lago Ness, que algunos habían olvidado su victoria en Barcelona en la primera vuelta, puso las cosas mucho más difíciles que, por ejemplo, el Borussia de Dortmund esta misma semana.

Borja Jimenez, otro Mourinho de Hacendado del extrarradio madrileño, no recurrió al fútbol. Ni falta que lo hizo. Bueno, faltas sí, muchas. Su equipo fue su fiel reflejo dentro del campo: provocaciones, pérdidas de tiempo desde el minuto uno. Y leña, mucha leña, como si estuvieran en pleno invierno en Yukon. Hay que reconocerle que su planteamiento al menos tenía dos variantes: en la primera mitad priorizando el tirarse al suelo y en la segunda repartiendo palos.

Los de Flick tuvieron que arremangarse. Con una alineación con pocos relevos –Eric y Araujo por Fraude y Cubarsí– hubo que ponerse las botas duras para caminar por el fango de Lago Ness. Se podría decir que incluso se tomaron el partido para ensayar lo que podría hacer el Inter en unas hipotéticas semifinales europeas. El resultado fue una primera parte mala de solemnidad, con los azulgrana sin meterle ese punto de velocidad al balón ni esa actitud enfermiza para recuperar la pelota y con pocas, por no decir casi ninguna, ocasiones claras.

Un golpe de suerte, de esos que dan ligas, se dio en el arranque de la segunda parte. Rabinha buscó un centro al área y el balón fue despejado en su propia portería por un defensor pepinero. Gol de oro. Lo más difícil estaba hecho. Porque las piernas ya no están como al principio de temporada. Y en esta tesitura, al Barça no le quedó más que una táctica simple: ganar el partido como sea. El famoso, “pit i collons”. Porque es justo aquí donde se ganan las ligas. La espesura en ataque de todos los jugadores se compensaba con el trabajo en defensa.

Los LagoNessinos subieron su intensidad. A.k.a. más dar cera, pulir cera. Con la permisividad arbitral, esa simpleza les valía para recuperar el balón y, más de una, vez plantarse ante Schndnjny. Pero entre el buen hacer de Íñigo Martínez –temporadón el suyo– y la falta de calidad de los locales en general y de sus atacantes en particular, es lo que va a llevar a este equipo a Segunda. Que, por cierto, no es su lugar natural: en un mundo normal, debería desaparecer del universo futbolístico. Pero en este extraño mundo, Dugarry llegó a jugar de titular en el Barça y el Mandela Monguer quedó segundo en el Balón de Oro.

Había que sentenciar el suplicio cuanto antes. La tuvo Fermín, con una gran jugada individual dentro del área, sorteando a varios defensas dentro del área en un difícil ejercicio de funambulismo y, por el contrario, fallar lo que parecía más fácil, el remate. El efecto Tiburao tampoco funciono, con el de Foios metido en las grescas que planteaban los locales. Y así, con las nalgas apretadas y el equipo mostrándose solidaridad, se llegó al final de un partido absolutamente para olvidar para dormir con 7 puntos de ventaja.