Previo a abundar en elogios, hilvanemos este posc con el hilo musical apropiado: Bonito y sabroso. Donde dice ‘mexicanos’ ustedes piensen en ‘enanos’ y donde dice ‘mexicanas’ sazonen al gusto.
La semana caribeña en el Yoya va llegando a su fin. Han sido unos días duros para quienes no hemos gosado de vacasiones en La Habana. ¿Quién de nosotros no ha sentido un pinchazo de envidia en su corasón sabrosón al imaginar a Lenny acurrucado entre los fornidos brasos de un travelo de ultramar? El único consuelo que nos queda es saberlo tirado en un aeropuerto mugriento, esperando un vuelo que nunca llegará, con la camisa empapada en sudor y la mirada fija en la dura porra de un agente de aduanas. Y qué decir del clan de las notas a final de temporada… todos juntos de colonias en La Cerdanya. Para qué luego hablen del señorito Sandro, un hombre pío, que en estos días señalados se recoge en un monasterio benedictino y le reza a Dios por los éxitos del Barça. De Rai mejor no hablamos, porque ya sabemos qué tipo de antros frecuenta cuando no está haciendo la calle. Su drama empieza con el plano fijo de una botella de Glenfiddich medio vacía. Y no hace falta explicar mucho más: autodestrucción, peluches, drogas duras,… Todo el arsenal habitual, con espiral incluida. Piénsenlo antes de ponerse espléndidos con la bebida. Lo más rico es un Bitter Kas rebajado con gaseosa.
Pero pongamos fin a la melancolía. Ayer se conoció que el podio del remozado Ballon d’Or (Balón de Oro, para los simples mortales) será copado por las tres estrellas más brillantes del firmamento azulgrana, los tres pequeños, els tres petits. La importancia y la repercusión de este suceso ya fue debatida extensamente en los comentarios de ayer y seguirá siendo objeto de ello mientras esperamos la visita del Rubin Kazan con un puro en la boca y un copazo en la mano (y la otra libre para lo que fuere menester), así que no trazaré más que unas breves pinceladas.
¿Que relevancia histórica puede tener este nuevo triplete (in your face)? Pues probablemente una importancia relativa. Con el tiempo se convertirá en una anécdota más dentro de la biografía del gran candidato a ser considerado como el mejor equipo de todos los tiempos y de todas las dimensiones del espacio sideral. Pero sin duda ayudará a fijar precisamente esa idea en el subconsciente colectivo, sobre todo ahora que se está convirtiendo en una verdad casi incuestionable. La sucesión constante de estímulos placenteros en forma de triangulaciones, pases teledirigidos, taconcitos, taquitos y taconazos, premios individuales, ligas, champions, comerciales de Nike, camisetas compradas en los chinos, fiambreras con el escudo del Barça, tot plegat conforma una superproducción francamente exitosa que va calando en el imaginario colectivo con la fuerza de un Spielberg pero la clase de un Orson Welles. Dominamos el mensaje de tal manera que ríete del turbomarketing yankie durante la guerra fría. Y todo ello se lo debemos a nuestro estilo, no lo olviden la próxima vez que alguien les implore que hay infinidad de caminos válidos para alcanzar la victoria. Ya lo sabemos, colega, pero no nos intentes vender tu merca cuando tenemos el mejor material que puedes encontrar en la siudat. Vale, tío, había que intentarlo.
La segunda reflexión es a cuenta de los lamentos que se han empezado a escuchar por la no inclusión de Wesley Sneijder entre los finalistas, incluso comparando este resultado con la ruborizante coronación de Cannavaro en el 2006. Parece ser que el propio jugador tenía grandes expectativas al respecto y ha tenido que cancelar una reserva que había hecho en la sala VIP de ‘Luce di gas’, una conocida discoteca milanesa famosa por los avistamientos de obesos mórbidos robaplays. Desde algunos foros de opinión se ha hecho hincapié en la importancia del palmarés acumulado por el chaval durante esta temporada (como si ganar la actual liga italiana fuera la gran cosa, mamma mia). Bien, tan sólo recordar que este premio lo votan multitud de hombres de fútbol, hombres hechos y derechos que aman su profesión, maridos devotos y padres de sus hijos y de hijos con otros padres, y que el criterio que cada uno de ellos utiliza para calificar los méritos de sus compañeros es única y exclusivamente el que le dicte a cada uno de ellos su corazón y su conciencia. Una conciencia, por qué no decirlo, de fútbol.
Viva el fúrbol.