por Mr. Retorno
11 de la mañana. Alguna pensión del Raval. Lengua seca. La cabeza me da vueltas. Muevo la mano entre las sábanas. Un cuerpo caliente a mi lado. Un pezón erecto, una teta tersa, el tacto inconfundible de la silicona inyectada a presión. Muevo la mano abajo. El ombligo y abajo, algo más. Un glande desconocido, hinchado, aún goteando. Entiendo ahora el agudo escozor que irradia desde mi ojal trasero a todo el cuerpo. Quizás debería dejar la combinación de poppers y güisqui de garrafa. O quizá no. Recuerdo entre brumas las últimas palabras que me dijo est@ exuberante tranny de ébano que ronca a mi lado. Su tierno acento brasileño resonaba en mi nuca, entre trepanada y trepanada…
“Se llama Codeina, Dalmiau Codeina. Todo el negocio periodístico lo conoce por los pufos que ha ido dejando: Apenas 3, i-notícias, El Universidal… y ahora editor del diario Gaal” y aquí empuja con rabia. “Por sus pufos lo reconoceréis” La morena mancha imperturbable detrás de mí, mientras sigue explicando. “Cuando paga lo hace tarde y mal. Por eso todos sus proveedores le clavamos la máxima tarifa”. “Alto, quieta”, le digo “tú si que me la claves al máximo: metele un poco de vaselina que todo eso cuesta de entrar”. Muevo un poco las caderas y me la embuto toda, “Ya puedes seguir”. “Lo que te decía, un drama tú. Cada factura, un impago, una dotación de insolvencias”. “¿Y de qué lo conoces?”, le pregunto a la morena. “Trabajo. Somos proveedores del diario” me dice. “Ojo, todo limpio y legal, un negocio honrado, ¿eh?”
“Pero eso se acabó” la morena seguía empujando por detrás. “Fue en julio. Justo después de las elecciones del Barça”. La morena parecía aquí enfadada: ahora empujaba más rápido y más fuerte. “Años de facturas sin cobrar, y de sopetón, a primeros de julio, todo saldado: 50.000 €. Y ojo, nada de pagarés ni factoring ni confirming: transferencia directa”. “Coño. Más que los canapés del Lapuerta” le digo. “Pues mira” continúa entre manchadas “yo soy laportista de siempre, pero ponía velas a San Meterias para que ganara Rusel, a ver si acabábamos cobrando las facturas”. “San Meterias?”. “Sí, la pareja de San Zacarias: San Meterias y San Zacarías”. “Tu métele más vaselina, que esto es muy gordo, y cuesta de pasar”, le digo. “Total, que justo después de las elecciones y con la deuda ya liquidada, nos dijo que a partir de entonces contrataba el trabajo que nosotros le hacíamos a una filial del Grupo Godot. Ellos se lo comeran. O no” Y ahí fue cuando se dejó ir dentro de mí.
La miro. Duerme todavía. Dulce ella: sus ronquidos despertarían un cementerio entero. Recuerdo la conversación de anoche. No se porque me viene a la cabeza lo que me dijo un sargento chusquero cuando la mili, en Ceuta: “chico, si quieres saber qué hay detrás de un guerra (la que sea, desde la del Peloponeso a la de las Galaxias), déjate de “ismos”, banderas o religiones, y mira la corriente de pasta que aparece: qué cantidades, de donde salen, y a donde van a parar. Todo lo demás son puñetas”. “Fí mi Farfenfo” le repliqué aún con su capullo goteandome dentro la boca. Vaya lo que tragué en la mili… En la pensión del Raval ell@ sigue roncando. Me unto de linimento del ojete. Escuece menos. Le doy un beso de despedida. En la punta. De aquel. Enorme. Falo. Negro. Su. único. ojo. Me. mirar. Con. Añoranza.
Bah, figuraciones mías, pienso.
Todo dicho y que ustedes lo pasen bien