“Here I am again
Back on the corner again
Back where I belong
Where I’ve always been
Everything the same
It don’t ever change
I’m back on the corner again
In the healing game”
The healing game. Van Morrison
De vuelta a los orígenes. Pep y su maravilloso equipo, tras triunfar por todo el mundo durante casi cuatro años, vuelven a casa a demostrar una vez más que son los mejores. Parece que no haya pasado el tiempo y que no haya habido más clásicos por el medio, pese a que el de hoy sea el sexto de la temporada y puede que no sea el último. Este equipo necesita de nuevo reivindicarse, en su hogar, necesita su “healing game”.
La inercia me ha llevado sin querer a revisitar la primera obra de arte de la era Guardiola: el 2-6 del Bernabéu. Las coincidencias númericas parece que quieran llevarnos a sacar forzadas conclusiones. Sí, es cierto que se da una cierta situación inversa, pues es ahora el Madrid el que acude al Camp Nou con cuatro puntos de ventaja a falta de cuatro jornadas, incluso está la semifinal con el Chelsea por el medio y también Undiano Mallenco como árbitro de la contienda pero, filósoficamente, no tienen nada que ver ambas situaciones. El Barça, aquella calurosa tarde de mayo consagró un estilo de juego que perdurará en el tiempo, un fútbol brillante de ataque que culminó en la mayor goleada recibida por el Real Madrid en su campo en toda su historia. Hoy viene al Camp Nou un equipo triste y marrullero, lleno de caros mercenarios ávidos de venganza, más personal que futbolística, hoy al Madrid le importa mucho más el “qué” que el “cómo” y ahí radica la gran diferencia respecto al mítico partido que hizo el Barça en el Bernabéu.
Si analizamos el partido de aquel 2 de mayo de 2009 lo primero que llama la atención es que los jugadores del Madrid, entrenados entonces por el extinto Juande Ramos, no protestan todas las jugadas, no usan la violencia innecesaria, intentan jugar al fútbol y en esa tarde intentaron ganar el partido. Llaman la atención los centrales del Madrid de aquella tarde Metzelder y Cannavaro, una pareja fruto de la sanción de Pepe tras la lamentable agresión a Casquero unos días antes. Hoy, tres años después, el entonces sancionado es el símbolo del nuevo Madrid, del macarrismo, del “todo vale” y del amedrantamiento continuo a los rivales.
Siguiendo con lo negativo, el árbitro, Undiano Mallenco, instaurador del “sigan sigan” en los clásicos y que fue el causante de dos pérdidas de balón de jugadores del Barça, una de ellas origen del gol de Sergio Ramos. Además con el 2-4 en el marcador se tragó materialmente el pito ante una entrada de Lass a Iniesta dentro del área que era penalti sí o sí. Malos precedentes tiene el árbitro navarro si a ello añadimos además, la nefasta actuación en la Final de Copa del año pasado. Sí a alguien le vienen buenos recuerdos de su arbitraje en aquel partido por identificación con el mítico resultado, ya pueden borrarlos de su disco duro.
El Barça aquella tarde instauró el germen del nuevo 3-4-3 y, sobre todo, la del falso nueve. La posición de Messi como delantero centro volvió locos a los centrales que no tuvieron una referencia para el marcaje y sobre todo concedieron unos metros valiosísimos por banda que fueron aprovechados por la estrella de la tarde: Thierry Henry. El francés estuvo soberbio, incisivo en la banda de Ramos, el Tarzán de Camas, que aquella tarde se pareció más a su fiel compañera Cheeta y fue despedido por una sonora pitada cuando fue sustituido en la segunda parte. Henry se fue cuando y como quiso, buscando la espalda de los defensas, metió el primer gol, a él le hicieron la falta del segundo e hizo el decisivo cuarto, una tarde redonda que le hizo redimirse para siempre de su mal debut en el tardofrankismo.
Los comentaristas del Plus, Carlos Martínez (quien te ha visto…) y Michael Robinson se volvieron locos aquella tarde de mayo, el equipo de Guardiola no había ganado todavía ningún título pero estaba demostrando ser el mejor equipo del mundo. Iniesta toreando a Gago, Xavi , en plena forma haciendo una pelopina de 360º en el 2-5 de Messi, y Piqué, imperial, estirando su camiseta bicolor hasta casi rasgarla delante del córner de tribuna del Bernabéu. He disfrutado como un niño viendo de nuevo el partido, no me he perdido ni un solo segundo y me ha dado fuerzas para afrontar con tranquilidad el partido de hoy.
El Barça, a pesar de la clasificación y de las burdas mentiras esparcidas por la maquinaria propagandística de Floper, sigue siendo mejor equipo que el Madrid, sigue siendo un equipo vanguardista, innovador y, ante todo, muy difícil de parar. Su centro del campo ya mítico formado por Xavi,Iniesta, Busquets y Messi está a años luz de Alonso, Kedhira y Ozil, o cualquier otro jugador de la plantilla madridista que les pueda sustituir. La victoria nunca se puede garantizar, y hay accidentes como el que ocurrió el miércoles en Stamford Bridge y, pese a que el equipo está notando la falta de sintonía con el gol del resto de delanteros, no se prevé otro escenario que no sea con el Barça mandando en el campo. El resultado solo depende de Messi Dios.
Pep vuelve a casa otra vez a buscar su sanación, su “healing game”. Quiere limpiarse de la mentira, de la impostura y de la falta de ética que se ha instaurado en su entorno. Pep solo sabe hacerlo de un modo: volviendo a ser quien siempre fue, creando una nueva obra de arte que le encumbre de nuevo al sitio donde siempre mereció estar y que ya le pertenece. Esperemos que no sea la última…