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Crónica

Orgullo de ser culé

El pasado 24 de abril, tras la dolorosísima eliminación contra el Chelsea que venía precedida de la derrota contra el máximo rival, el público del Camp Nou, muchas veces criticado por su frialdad y su tendencia a la crítica precipitada, ovacionó al equipo y cantó aquello tan coreado en el Palau de “ser del Barça es el millor que hi ha”. La afición estaba agradeciendo todo lo que este equipo había hecho por ella y de lo que todos nos sentimos orgullosos. Pero había un punto de reto, no hubo ni tan siquiera un reproche, no se escuchó ningún silbido y eso, sin duda, era un desafío cara el futuro para los jugadores. Este equipo podía seguir dando éxitos de una forma natural pues los mimbres eran excelentes y solo cabía encadenar una buena racha sin lesiones para volver a lo más alto. Tito ha cogido el testigo con humildad y trabajo, y sobre todo, como buen albacea, administrando la maravillosa herencia recibida. Todos los bienes recibidos de su predecesor en este momento se encuentran bien cuidados y en perfecto estado de uso, de tal modo que a estas alturas de campeonato han igualado todos los récords históricos de la Liga. Doce victorias y un empate, 37 puntos de 39 posibles, y un juego ayer durante los primeros minutos de la segunda parte que recordó los mejores momentos del triplete.

Porque ayer el Barça se encontraba ante una oportunidad inesperada, el reto de distanciarse de una forma casi definitiva del Madrid pero también una exigencia estilística porque el rival ganó allí de muy mala manera, con bronca generalizada y palos en la enfermería. Tito para ello sacó de nuevo a los peloteros, como ya hizo en Moscú, y volvió a situar a Iniesta en banda izquierda para poder alinearlo junto a Xavi y Cesc, algo que seguro volveremos a ver en los próximos partidos. El Levante estuvo muy bien plantado en defensa en la primera parte y el Barça apenas encontró huecos. Además la nueva lesión de Alves mermó las entradas por banda derecha y parecía que sería muy complicado acceder al marco de Munúa. Entró Montoya y se dio ese sueño húmedo de gran parte de la culerada, es decir, jugar un partido importante con once jugadores formados en La Masía. ¿Cabe mayor orgullo para un club?La primera parte siguió con la misma tónica y con algún escarceo de Martins y Barkero en ataque que resolvieron con solvencia tanto los centrales titulares como Valdés que también tuvo una noche inspirada.

La segunda parte fue una verdadera exhibición blaugrana (aunque ayer fueran de calypo). A los dos minutos de la reanudación un gran pase de Iniesta ,que estuvo soberbio anoche, lo recibió Messi entre líneas se acercó a la portería y metió el primero de la noche de vaselina. Apenas sacó el Levante de centro e Iniesta tomo el balón driblando a todos los que se pusieron por delante, llegó a la raya de fondo y asistió a Messi atrás para que éste solo tuviera que meterla en la portería, cuando apenas llevábamos siete minutos de la segunda parte. Don Andrés, como acertadamente le llama Puyal, merecía un gol y no podía ser un gol vulgar y por ello en otra jugada individual soltó un zapatazo, una “folha seca” digna del mismísimo Didí, que se coló con mucha violencia en la portería de Munúa. Aquellos primeros minutos se estaban convirtiendo en un festival y Cesc que pasaba por allí se unió a la fiesta y otra vez ,a pase del que “solo juega bien con la selección española”, definió como un delantero centro el cero a cuatro. En apenas dieciocho minutos de un fútbol delicioso comandado por el manchego mecánico, el Barça había resuelto el partido y el reto del “Ciutat de València”. Pese a ello el árbitro andaluz Pérez Montero (otro con las cejas depiladas) quiso tener sus minutos de gloria y pitó un inexistente penalti a Puyol por unas manos (mejor codos) involuntarias. Pero Valdés no estaba para tonterías y aguantó mucho a Barkero y éste no supo definir hasta en dos remates. Por segundo partido consecutivo se mantenía la portería a cero.

Lo mejor, para mí, de anoche no fueron los goles, ni la victoria, ni la actuación estelar del mago Iniesta. Fue la imagen dada en Valencia. Pese a la goleada, Xavi fue ovacionado con el público en pie cuando fue sustituido y los jugadores de los dos equipos acabaron abrazándose tras el pitido final. Comparen lo ocurrido hace dos semanas con otro equipo que va de blanco y comprenderán lo orgulloso que me siento de ser de este equipo. Ese orgullo es lo que demostraron los aficionados del Camp Nou aquella triste noche de abril, el orgullo de pertenecer al club más grande de la historia.