Vaya nochecita. Todo iba para fiesta y casi acaba en funeral. El partido que cerraba ayer la liguilla de la Champions demostró que todos llevamos dentro un miedo atroz a una lesión de Messi, un miedo que se convierte en miserable esperanza en el bando contrario, pues no me cabe ninguna duda que ayer a las 22,30 horas se brindó con champagne en Madrid y es que la desesperación de unos es felicidad de otros, una felicidad con nombre y apellidos: Lionel Andrés Messi.
El partido era lo de menos, Tito, con buen criterio, alineó a once jugadores sin más en común que el hecho de ser suplentes y como le faltaban algunos fue completando líneas con jugadores del filial como el lateral Planas, el todocampista Sergi Roberto y el proyecto de crack, Rafinha Alcántara. El resultado fue similar al del partido de Copa contra el Alavés, pero esta vez se trataba de un equipo con más peso y con la obligación de ganar para tener opciones de clasificación a octavos.
La primera parte fue mala del Barça, con incesantes pérdidas en ataque y con muchas dificultades para salir del propio campo, así, los errores de Lima y el acierto de Pinto, que fue nombrado man of the match por la Uefa, evitaron que los lisboetas se fueran por delante en el marcador. En la segunda parte el equipo salió algo más centrado pero se volvieron a perder innumerables ocasiones de peligro por falta de precisión en el último pase, fueras de juego provocados (la mayoría de Villa) y excesos individualistas, especialmente del menor de los Alcántara. Sergi Roberto fue creciendo en su juego en la segunda parte y Song siguió en su espesura particular que no le augura demasiado buen futuro en el equipo, al menos en esta primera temporada.
Pero todo cambió cuando salió a calentar Messi, el publico se animó y comenzaron a corear su nombre. La pulga salió al campo con la intención de acabar con el récord de Müller y si era posible, conseguir los tres puntos en juego. Pero un mal presagio apareció cuando, apenas estaba unos segundos en el terreno de juego, y Luisao le metió un rodillazo en la cadera que lo dejó unos segundos grogui. Fue tan a destiempo la entrada que el propio Carles Puyol fue a recriminarle la mala baba al veterano brasileño. Era cuestión de tiempo que Messi tuviera una ocasión para marcar el gol decisivo y poco después, Piqué le dio una asistencia picada al argentino que lo dejó en un uno contra uno contra Artur (tardaré en olvidar su nombre) y el portero brasileño le entró a la pierna, haciendo un claro penalti que el árbitro noruego no quiso ver y causando una lesión al argentino que dio un vuelco en los corazones de los aficionados azulgranas.
Los minutos posteriores a su caída fueron terribles, primero viendo que no se podía levantar, después la camilla y las dos largas horas hasta el comunicado oficial. En ese tiempo, los servicios médicos del Barça, conscientes de la expectación, fueron filtrando noticias esperanzadoras y Ricard Torquemada de Catalunya Ràdio dijo la primera frase optimista de la noche “no és gran cosa”. El comunicado oficial de las 00, 30 horas fue como un suspiro colectivo, esa “contusión ósea, duda para el próximo partido” sonó a gloria para la afición culé y a decepción para la cavernaria.
Creo que lo sucedido anoche nos tiene que hacer reflexionar a todos. Un día, desgraciadamente, llegará la lesión del mejor jugador del mundo, no porque nadie lo quiera sino porque es parte del juego. El argentino llevaba casi dos años sin lesionarse y eso también es un gran récord, mejor para mi que el de Gerd Müller. El Barça sin Messi es capaz de ganar casi los mismos partidos que con él, eso sí con más dificultad y mayor exigencia para algunos jugadores que le dejan el peso del partido al argentino. Messi es importante para una eliminatoria difícil de Champions o un partido en el Bernabeu, y sobre todo para jugar finales donde siempre ha sido decisivo. No me cabe la menor duda que este año volverá a Wembley y demostrará una vez más que es el mejor jugador del mundo. Messi sos muy grande.