Para contextualizar lo de Sevilla 86, aquello fué un Hiroshima futbolístico (discúlpeseme la analogía).
Por aquella época y si no vivía en Cataluña, usted podía ver al Barça por TV una o dos veces al mes (con suerte), así que se tiraba de radio o prensa para seguir al equipo. Aunque la Caverna no era el puto Leviatán Chtuliano que es ahora, si que insistían en dejar claro que éramos los segundones eternos, el hermano tontico o algo peor. El tono condescendiente era inseparable de cualquier referencia al Barça. La final de los postes, las décadas entre Liga y Liga, el fiasco de Maradona, las movidas día si día no de Schuster y Nuñez, aquella portada de “Hugo NO, Archibald SI”. En definitiva, el nuñismo en su apogeo no animaba precisamente a ser culé.
Pero yo lo era y el Mecano Naránjico de 11 años se plantó frente a la tele con la sensación de que AHORA SI que se acababan las maldiciones y el segundonismo (?) que pregonaban los medios. El estadio repleto de barcelonistas, el poco nombre del rival y la sensación de justicia poético-histórica hacían prever que nada podía fallar. Perder no era una opción simplemente porque nadie podía (ni quería) imaginarse la devastación que provocaría fracasar de nuevo con todo a favor…
Recordar aquello es desolador DESOLADOR y todavía hoy me entristece. Sólo quienes lo vivimos podemos entender aquella puta convicción de que JAMÁS ganaríamos la Copa de Europa. Para rematar el abatimiento y poner en salazón la herida abierta, nos comimos 5 años 5 de Mandrilismo Quintabuitresco.
Sólo Cruyff podía rescatarnos de ese abismo loserista.
Gracias ETERNAS, Johann.