Hello, benvolguts yoyers.
Siento mi ausencia (que probablemente ni hayáis notado), en las últimas horas, pero desde que recibí la carta donde mi querido president Josep Maria Bartomeu i Floreta (bello segundo apellido, sí sanyó) me nombraba cumprumisari, mi vida ha sido un frenesí. Primero, al recibir el kit del bonbarsalunista, consistente en el pack de libros ‘Benvinguts al món real’, de nuestro ideólogo, y ‘Cruyff me debe 500 pesetas’, de ese gran articulista llamado Santi Polla, una camiseta con una foto de Jordi Cases con cuernos, tridente y cola de punta de flecha, una suscripción permanente a MD y un tour por los baños de señoras del Camp Nou. Después, al recibir la llamada de felicitación de los grandes ídolos y mentes pensantes del barcelonismo: Rexach, Fusté, Migueli, Minguella… qué placer conocer la historia de la servilleta de primera mano, enterarme por fin de quién era el tal Fusté, y/o vivir el éxtasis que suponía ganar una liga cada diez años (esas sí que se disfrutaban, cojones).
También he de confesar que últimamente siento como un cambio en mi interior. Ahora veo una foto de Cruyff y en vez del estilo irrenunciable, las cuatro ligas, nuestra primera Champions, etc, sólo me vienen a la cabeza Korneiev, Escaich, Angoy, cinco euros y un taxi. Me hablan de Pep, y una vocecilla en mi interior grita ‘meacoloooniaaa’, ‘cobaaardeeee’, ‘traidooor’. Miro la foto de Lapo echándose Mumm por encima mientras tira del puro y me dan ganas de rezar un Padre Nuestro (si es que supiera hacerlo)… veo a Messi jugar y un sonido de caja registradora se repite en mi cerebro. Si hasta me he ilusionado al leer que había feeling entre el Barça y Bojan…
¿Qué me pasa, doctor?