El valor venal es el importe que las compañías de seguros dan por tu vehículo en caso de siniestro total y, tras ver, el desastre ocurrido anoche en Balaídos es difícil encontrar el valor residual de lo de anoche sin caer en catastrofismos. En principio sorprende que un equipo que hace poco más de cien días levantó la orejona tras una segunda parte de temporada casi perfecta camine con tanta dificultad desde aquella segunda parte de la supercopa de Europa en Tiblisi. Agarrados al oficio, un par de buenos resultados, nos hacían pensar que el equipo se estaba regulando, pero, tras ver la humillación de anoche, tenemos que pensar que hay algo más.
Es evidente que la pésima planificación de esta temporada es uno de los elementos clave de la actual situación pues ya se sabe que hacer tours por América en pleno verano no lleva a nada bueno. Ya sé que a todos nos gustó cómo salió Xavi del club y, un poco menos, cómo lo hizo Pedro pero alguien debió convencerlos para que retrasaran su salida a enero por bien del equipo. Evidentemente, y esta es una valoración personal, existe en el club un olor a naftalina muy fuerte tras las elecciones del 18 de julio, un club que andaba necesitado de airear despachos tras una pésima gestión. El aval de las urnas les han convencido de que iban por buen camino. Así nos va.
Lo cierto es que ayer Luis Enrique salió con todo lo que tenía en Vigo, a excepción de Rakitic que comienza las temporadas como buen motor diesel y necesita de mayor rodaje. A pesar de ello, el Celta les pasó por encima por intensidad, por juego y por colocación en el campo: un soberano repaso. Y ayer, con Piqué en el campo, que no volvió con su mejor versión, precisamente y fue responsable de pifias en alguno de los goles y con un Ter Stegen que, con mayor o menor culpa, saldrá seguro en el resumen de los mejores goles del año. Triste.
Salvable, en mi opinión, la actitud de Neymar que, con el partido absolutamente perdido, no se resignó y se peleó con el mundo hasta obtener su gol, insuficiente pero valioso, podríamos decir que ese sería el valor venal del partido de anoche.
El resto, para olvidar, estuvieron todos tan por debajo de su nivel que es difícil destacar uno sobre el resto. Quizá un devaluado Messi que, probablemente, sea el mejor termómetro de la salud del equipo. Por no apetecer, no apetece ni hablar del, nuevamente, tendencioso arbitraje de Undiano, uno más en este inicio de temporada.
Cinco meses y siete días. Ese es el tiempo que tardó el Barça en volver a ponerse líder la temporada pasada desde su derrota, precisamente contra el Celta, una derrota que aupó a nuestro máximo rival al primer lugar aquella triste noche del 1 de noviembre y que, desde entonces, encadenó una veintena de victorias consecutivas. El 8 de marzo, en un partido matinal contra el Rayo, y tras goleada, recuperamos el liderato que no perdimos hasta el final. Espero que todo sea un déjà vu.