Caótico encuentro el disputado ayer en el Madrigal, entre un Villarreal impetuoso y un Barça quizá demasiado relajado, debido posiblemente a la derrota de su más inmediato perseguidor en liga (el Atlético), el día anterior en Gijón.
Salieron mordiendo los amarillos, que antes de que se cumpliera el primer minuto de juego ya habían estrellado un balón en el poste de Bravo, después de una gran jugada en banda de Bakambú que remató Trigueros en falta no señalada. Con una presión adelantada y un despliegue rapidísimo en ataque, el equipo de Marcelino puso en problemas a una zaga culé excesivamente tensionada; aunque poco a poco los blaugrana empezaron a salir bien de la presión y a avisar con un par de jugadas rápidas en ataque que acabaron en nada. De los primeros minutos, cabe destacar también el excesivo rigor con el que el colegiado castigó una falta muy corriente de Arda y una ‘no mano’ de Piqué, enseñando dos cartulinas que acabaron teniendo mucho peso tanto en la propia actuación del trencilla como en el desarrollo del encuentro.
Mientras el partido crecía en tensión tras otra amarilla rigurosa, esta vez para un amarillo, en el minuto 18 llegó el primer gol en el primer tiro a puerta blaugrana: Messi cuelga una falta al área y el rechace es aprovechado por Rakitic, que bate a Asenjo. Los castellonenses parecieron acusar el golpe del gol, hasta que llegó la primera gran acción polémica del partido. Una arrancada de Denis Suárez es cortado por Piqué con la mano, al girarse. La acción del central no es castigada ni con falta, lo que provoca las airadas protestas de los locales, que pedían la segunda amarilla. El embrollo se salda con tarjeta para Bruno por aplaudirle en la cara al árbitro (por lo visto, eso no debe considerarse menosprecio) y con la expulsión de un Marcelino excesivamente airado. La ‘afrenta’ sirvió para reactivar tanto al equipo como al público local, que debió pasar por alto el placaje al más puro estilo linebacker de Víctor Ruiz a Neymar, y un pisotón a Messi, ambos en el área del Villarreal, y una posible segunda amarilla a Bruno en un salto con el codo por delante.
La acción que sí acabó en pena máxima fue otro pase de fantasía de Leo a Ney, que recortó a Asenjo y fue derribado por el guardameta. El penalti generaba más dudas que cualquiera de los dos anteriores, ya que si bien Asenjo choca con la pierna del brasileño, también es cierto que saca la bola. En cualquier caso, Neymar se encargó de lanzar el penalti a lo Panenka, poner el 0 a 2 y, en circunstancias normales, la puntilla al partido y a la liga. Por desgracia no fue así. El partido navegó hasta el descanso entre los cánticos plañideros del público y las protestas airosas de los jugadores amarillos.
La segunda parte arrancó tranquila y conveniente para los intereses culés: el ambiente estaba mucho más relajado y el Villarreal, pese a seguir con la presión adelantada, no conseguía crear problemas a la zaga blaugrana, muy segura tanto sacando el balón desde atrás como solventando el escaso peligro groguet. Sin embargo, hubo tres circunstancias que hicieron que la situación cambiase a peor. A mucho peor. Primero, un empujón de Soldado a Alba en un balón en profundidad que acabó en protestas del delantero y falta y amarilla para el culé, lo que en cierta manera ‘reactivó’ al público. Después, una gran acción de Neymar y Suárez acabó en un pase a Leo que le dejaba solo delante de Asenjo. Sin embargo, el control del argentino fue defectuoso, perdiéndose una gran oportunidad de sentenciar definitivamente el partido. Pero sin duda, lo que resultó clave fue la salida de Piqué para dar entrada a Mathieu.
Sin duda, la intención de Lucho era la de proteger al ‘3’, posiblemente demasiado expuesto a una segunda amarilla tras toda la movida de la primera parte. Sin embargo, la incorporación del central francés fue dañina hasta límites insospechados, sumiendo en el caos a toda la zaga culé; especialmente a un Busquets que naufragó inusitadamente desde su ingreso. Sin duda sería injusto cargar las culpas del primer gol amarillo sobre el francés, que fue una concatenación de errores de toda la zaga; primero de Alves (otro que entró a por uvas) por su mala colocación, después de Machete (excelente ayer, salvo en esta acción) por falta de contundencia a la hora de cortar el tiro de Denis, también de Alba por ir donde no tocaba y de Bravo por su mal rechace… pero esa sensación de que nada de todo esto hubiese sucedido con Gerard todavía en el campo y sobre todo, sin el bueno de Jérémy en él, es inevitable. Para colmo, en la acción directamente posterior al gol, el francés regaló el balón a Bakambú, teniendo que intervenir milagrosamente Mascherano para evitar el empate. Poco después volvió a liarla dándole un melón a Bravo.
La guinda a estos minutos mágicos llegó en el 63, cuando en un corner, el balón rebota en el francés y se introduce en la meta blaugrana, significando el empate. ¿Mala suerte? Puede ser, pero una vez más, esa sensación de que el francés estaba con muchísima menos tensión de la necesaria en una acción de tanto peligro, es inevitable. Sobre el corner que da lugar al gol, es destacable también la manera en que se produce; a Busquets le llega un balón cara a su propia meta y, viéndose (ligeramente) presionado, prefiere regalar un saque de esquina que ‘arriesgarse’ a darle el balón a uno de sus centrales. Muy significativo. Cabe decir también que antes del empate, Neymar tuvo el 1 a 3 en un slalom desde la izquierda, pero Asenjo lo evitó con una gran intervención.
Con el 2 a 2 en el luminoso, el Villarreal pareció aflojar un poco en su ímpetu, aunque la sensación de peligro cada vez que los amarillos rondaban los aledaños del área culé, era enorme; en parte por el buen hacer de los castellonenses, en parte por el desconcierto reinante en la zaga del Barça. También los culés se estiraron un poco y generaron alguna situación de peligro, pero les faltaba continuidad y control en el encuentro. Marcelino hizo una declaración de intenciones bastante clara con sus dos primeros cambios: Adrián entró por Bakambú y Denis Suárez dejó su puesto a Pina, con lo que el Villarreal se quedó sin sus dos futbolistas más peligrosos. Sin embargo, en los últimos minutos la defensa del Barça volvió a entrar en modo pánico; el Villarreal olió sangre y volvió a apretar, generando peligro en varias acciones. También el Barça pudo marcar en una acción de Rakitic similar al primer gol, pero su remate se fue arriba. La acción final del partido, con el Villarreal pillando en bragas a la defensa del Barça en el minuto 94 y Mascherano teniendo que tirar de lo legal y lo ilegal para achicar agua, también resultó bastante significativa.
El empate final deja la liga en bandeja, pero sin restarle méritos al gran partido del Villarreal, lo cierto es que la segunda mitad de ayer invita a la reflexión. Porque es innegable que centrales de la dimensión de Piqué no hay casi ninguno, pero de eso a que el equipo se caiga defensivamente cual castillo de naipes cada vez que Gerard no está, media un abismo. Sobre el ‘por qué’, el ‘cómo’ y a lo mejor también el ‘quién’, seguro que ya profundizará y pondrá soluciones quien puede, debe y sabe hacerlo…