Las buenas sensaciones de Arthur y el resto del equipo no tuvieron continuidad. El dedo acusador apunta a las vacas sagradas.
Arrancó el Valencia-Barça con muchos paralelismos respecto a lo visto el miércoles en Wembley: un once casi calcado y un gol apenas comenzado el partido. Apenas dos sutiles diferencias: Vermaelen por Lenglet y que el gol tempranero está vez fue en la portería de Ter Stegen. Piqué ejerció de improvisado sustituto del vendimiador Lloris. Como el Tottenham el miércoles, los azulgrana acusaron el golpe: en apenas 10 minutos el fallo de Kondogbia y la lentitud de Gameiro ante Semedo, no impedían que volviese a planear la sombra de la duda sobre Don Honesto.
Sin embargo, la fortuita lesión de Guedes cambió el libreto. El Valencia dio un paso atrás al mismo tiempo que Arthur daba dos adelante para comenzar de nuevo a Xaviear: se echaba de menos a un centrocampista del Barça que se moviera para poder recibir el pase en posición de ventaja. Apenas 10 minutos de dominio fueron suficientes para que llegara una nueva perla de D10S: latigazo desde la frontal del área a la base del poste. 389 tantos en Liga, más goles que 30 de los 63 equipos que alguna vez jugaron en Primera División.
Solo 3 puntos de los últimos 12 en liga. Y aunque el juego del equipo es algo más reconocible, como en Inglaterra, y su actitud aceptable, la capacidad de Don Honesto para cambiar la dinámica de un partido complicado volvió a quedar en entredicho: dos cambios insulsos a falta de 5 minutos se traducen como un “me vale el empate”. Tal vez haya que aceptar que, pese a los continuos espejismos de Messi, este equipo ya no va a ganar a lo Helenio Herrera y su autobús. Menos aún si las vacas sagradas del equipo saben que van a seguir jugando por decreto. O al menos hasta que Belen Estebán aprenda alemán.