Era el día para que Luis Suárez acabase con su mala racha. Desde 2015 en Roma, no marcaba el uruguayo lejos del Camp Nou, pese a ser el jugador que más remates había intentado en la actual competición. A los diez minutos, en su primer intento, el balón acabó en el fondo de la portería de De Gea tras remate del charrúa. El VAR, además de la legalidad del gol, confirmó dos cosas más: las condiciones de De Gea para ser un gran portero de fútbol sala y la maldición de Luis Suárez. Se le concedía el gol a Shaw en propia puerta. Por lo visto hasta ese momento, surgía la duda al mirar hacia el banquillo del Manchester United: ¿Mourinho fue cesado realmente y el entrenador era Solskjaer? Quizá el apodo de Diablos rojos tenga algo que ver con lo sonrojante de ver a un grande de Europa jugando en casa como lo haría un Tranmere Rovers o un Swindon Town, con una posesión que por momentos llegó a ser del 85% a favor del Barça.
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¿Qué haría Don José en esta situación?, debió preguntarse Ole Gunnar. Acaso poseído por el espíritu del de Setúbal, el aporte futbolístico del Manchester fue empezar a “embarrar el partido”. A falta de fútbol, presión, faltas y patapumparriba, lo que impedía que un desbordado Arthur y un fallón Rakitic pudieran poner algo de pausa en el campo. El hecho de que Busquets se parezca cada vez más a su padre tampoco ayudaba demasiado. Por si faltaba alguna mourinhada, Smalling consiguió lo que ya intentaron en su día sin éxito Pepe, Sergio Ramos o Adebayor: partirle la cara a Messi. Era fácil imaginar a don José en el sofá de su casa sonriendo y admirando su legado.
La segunda parte confirmaba la apuesta mourinhista del Manchester y los apuntes ya vistos en el gol con un par de paradas de fútbol sala de De Gea y el anatema europeo de Luis Suárez. A destacar los lanzamientos de falta cual touchdowns por parte de los lanzadores ingleses, a buen seguro un requerimiento de su dueño estadounidense que, viendo a su equipo, aún debe estar tratando de encontrar una razón para haber invertido tantos millones. El obligado bajón físico de los locales fue convenientemente apuntillado por don Honesto, oxigenando a su equipo con los pulmones de Vidal y Sergi Roberto.
Y si no era difícil imaginar a Mourinho sonriente en su sofá, tampoco lo era verlo en la rueda de prensa en vez de Solksjaer, justificando la derrota en un VAR que, en otro tiempo, no hubiera concedido el gol azulgrana y, de esta manera, habría firmado su partido perfecto. 0 a 0 sin tirar a puerta.