Apenas comenzado el encuentro, Messi robó un balón, hizo una larguísima pared con Arthur y dibujó un nuevo pase, de esos tan suyos, a la red. Se le ponía todo de cara a los de Don Honesto y tal vez el equipo de gala, sin que sirviese de precedente, podría empezar a jugar al fútbol. De una vez. Pero como decía la gran Mayra Gomez Kemp “hasta ahí puedo leer”. Porque en lo que respecta al juego azulgrana fueron esos 2 minutos y 45 segundos lo que duró el espejismo. El resto de buenas noticias se resumen en dos palabras: Ter y Stegen.
En cuanto el Slavia se sacudió el complejo de inferioridad decidió enseñar a Valverde que, incluso con jugadores mucho más limitados, se puede jugar mejor al fútbol. Cuánta razón tenía Cruyff: si tienes el balón, no lo tiene el contrario. Y eso es lo que hizo el Slavia: a través del fútbol, empezó a llegar con regularidad a la portería del alemán. A buen seguro Marc André está firmando el mejor comienzo de un portero en la historia de la Champions. Tres partidos, tres festivales. Si finalmente gana el Balón de Oro de porteros del año, se lo dedicará a todo el equipo, en especial a la defensa, por darle tantas oportunidades para lucirse
Agarrado a su portero, el Barcelona deambuló toda la primera parte y siguió con la misma cara extraña en la segunda. El gol checo parecía cuestión de tiempo. Solo el hecho de que el Slavia tuviese en la delantera al primo menos habilidoso de Adebayor lo retrasaba. Pero el lejano familiar del Balón de Oro de 1962 sí había heredado una porción de la calidad de su antepasado, porción que dio sus frutos. Lukas Masopust le ganó la espalda a toda la defensa que, a su vez, dejó que Boril se tomase su tiempo: preparó el remate y cruzó a la izquierda de Ter Stegen. Tan justo fue el empate checo como injusto el gol barcelonista apenas cinco minutos después: asistencia de Messi para Suárez que, trastabillado, parecía acabar por fin con su eterna sequía. Olayinka le despertó de su sueño cual perro del hortelano: si yo no marcó, tú tampoco.
Quedaba media hora y el campeón checo, que no se había rendido hasta ese momento, tampoco lo haría hasta el final. No fue capaz de empatar pero sí de hacer algo difícilmente olvidable para la parroquia blaugrana: sacó la versión “cholista” del Barça. Achicando agua y encerrado en su área, el equipo se entregó de manera descarada y hasta nauseabunda al contraataque. Tan antinatural era el juego que hasta Messi se negó a marcar de esta manera como forma de protesta. No se explica de otra manera que fallase dos claras ocasiones si no era a propósito. A la postre, no fueron decisivas en un marcador que finalmente fue lo mejor pero que además sirvió para darnos cuenta de que la suspensión del clásico el próximo sábado ha sido algo bueno: un Barça-Madrid con el nivel de juego actual de los dos grandes del fútbol español, sólo serviría para que los chinos no volviesen a comprar un partido de la Liga en los próximos 50 años.