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Crónica

El espíritu de Mourinho

A la media hora de juego el Barcelona acumulaba un 70% de posesión de balón y, sin embargo, no había dado sensación de peligro con un ataque más previsible que una película porno. Ni se habría notado la presencia de Lunin en la portería blanca en vez de Courtois. En ese mismo periodo de tiempo, el Madrid había disparado dos veces a puerta y había hecho dos goles, uno de ellos de rebote. Le bastaba un fútbol tan prehistórico que habría hecho las delicias de Mourinho: ceder el balón al rival por voluntad propia y matarlo con balones largos al contraataque (primer gol) y/o a balón parado (el segundo).

Y así, jugando a lo que quería el Madrid de Lucas, Nacho y Limitao, repito, el Madrid de Lucas, Nacho y Limitao, estuvo a punto de llegar el tercero que salvaron entre el larguero y Ter Stegen. A los de Q-Man, como durante toda la temporada cuando se ha enfrentado a un rival de nivel medio-alto, le volvía a faltar creatividad en el ataque y a sobrar desorden defensivo a campo abierto ante un rival con un delantero rápido. Suerte para los azulgrana que Ficticius volvió por sus fueros. Sí, lo del Liverpool fue solo un espejismo. Como el corner olímpico que Messi estrelló en el larguero porque ese fue todo el bagaje ofensivo del argentino, abatido como la Armada Invencible por los elementos: el viento, la lluvia, el frío… y la compañía en ataque de Dembelé. Otra vez, como en la mayoría de partidos, y como siempre en los de alto nivel, se le volvió a hacer de noche a Ousmane. Se perdió la oportunidad de traspasarlo después del partido contra el Valladolid. Ahora ya es tarde. Tres cuartos de lo mismo se puede decir de Busquets, nuevamente desbordado cuando hay alta exigencia. Conviene empezar a hablar ya de su partido de homenaje. Y no tardando demasiado.

La segunda parte comenzaba con la entrada del Hombre Gris para tratar de cambiar el partido. Así de bajo ha caído la institución: en tener que confiar en Antoine para remontar un clásico. Seguro que algún culé confiado pensaría “¿y si?”. Pero es que también hay gente que se lleva un forro polar para sus vacaciones en las Bahamas. “¿Y si?”. Pues no. Porque la entrada del francés, por supuesto que no cambió nada. El Barça atacaba aún con más impotencia y el Madrid seguía cómodo en su cueva. El aguacero solo complicaba la circulación de balón y, por momentos, convertía el encuentro en un ida y vuelta.

Pero en un instante cambió todo: Pedri, el mejor de su equipo, encontró una vía de escape para que Alba se sacase una asistencia que Antoine dejó pasar. Una perfecta metáfora para expresar que cuanto menos interviene mejor para el equipo. Porque finalmente remató Mingueza al más puro estilo Julio Salinas. Que tuviese que ser el lateral derecho canterano el que marcase el gol resume a la perfección lo que aportan Griezman y Dembelé al equipo: entre cero y nada. Cerca de 250 millones de euros convertidos en la mayor estafa futbolística jamás perpetrada. ¿Y el brasileño ese que vino del Liverpool? “No conosco este”, afirmaría Don José.

El gol azulgrana lo aceleró todo. Porque el Barça volvía a estar a un gol de depender de sí mismo en la Liga. Las remontadas en Copa aún estaban frescas en la memoria y permitían tener algo de confianza en el equipo. Pero ni las comodidades que daba el Madrid para el empate eran suficientes: la entrada de Isco y Marcelo eran compensadas por Q-Man metiendo a un jugador totalmente falto de ritmo como Sergi Roberto, tan solo para ver como era superado en cada balón que tocaba. El final del partido solo trajo suspiros de nostalgia, de esos de “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Porque de terminar un Clásico con Stoichkov y Laudrup, con Rivaldo y Kluivert, con Ronaldinho y Etoo a hacerlo con el Becquer de Viana do Castelo y con Barry White simplemente dan ganas de llorar.

Al menos el danés avivó algo el partido. Porque como en todo Clásico que se precie, no podía faltar la dosis de polémica. Absurdo y leve agarrón de Mendy a Barry White ante el que el delantero decidió imitar el número de trapecista circense que perpetró Sergio Ramos con Lenglet en el partido de la primera vuelta. Si el VAR entonces animó a Munuera a revisarlo, hoy no hizo lo mismo con Gil Manzano. “¿Pur qué?”, se preguntaría Mou. Fue un “se puede pitar” de manual, como se podrá comprobar en las jornadas que restan de Liga.

Y ya con el Barça volcado al ataque, Ilaix sacó a relucir toda su personalidad y tuvo en sus botas el empate (y tal vez la Liga) con un disparo al larguero en el 94. Pero aunque el empate no hubiera sorprendido a nadie, la realidad es que se hace difícil campeonar en algo importante acumulando tanto lastre que no da la talla en partidos importantes, incapaces de crear más peligro que dos canteranos debutantes en clásicos. Ya son 0 de 9 contra los rivales directos por la Liga. Y así, es muy complicado ganarla.