En otro orden de cosas, he intentado dejar pasar unas horas para ver si se me pasaba el supremo cabreo que pillé ayer con la final de la Euroliga… pero no.
En primer lugar, con el bueno de Niko Mirotic; jugador de una clase excepcional que, por salario, condiciona totalmente la confección de la plantilla, y que, una vez más, se jiñó en los pantalones en una gran cita. Ver no ya su rendimiento, sino simplemente su perenne expresión en plan Indiana Jones cuando ve la bola gigante al principio de ‘En busca del Arca Perdida’, era descorazonadora. Qué diferencia con Higgins, o ya no digamos con Micic y Larkin. No sé hasta qué punto sería viable quitarse de encima su salario, pero creo que sería una bendición, porque como ya digo, te limita muchísimo y sinceramente, considero que ya ha quedado patente que su aportación (sobre todo en grandes citas) no lo compensa.
Después, el tema arbitral es, definitivamente, una batalla perdida a todos los niveles. A la gota malaya de que los soplidos de unos sean falta en un lado mientras que los hachazos de los otros no sean nada en el otro, ya estamos más que acostumbrados, por desgracia… pero lo de la canasta que no le dan a Mirotic al acabar el tercer cuarto, en base única y exclusivamente a los huevazos toreros del soplapitos de turno, es una meada en la boca digna de la de París del 96, sino mayor. Pero como para coger e irse en ese mismo momento, hoygan. Ya se hizo en su día en ACB, no disputando un último partido por una serie de decisiones arbitrales y del comité de competición, y creo que es lo que se debería haber hecho ayer. Igual es muy fácil decirlo ahora que se ha perdido, pero a veces creo que hay que dar ciertos golpes en la mesa; y visto lo de ayer, creo que ahora mismo, es mucho más importante recuperar el respeto perdido que cualquier título.