Saltaba el Barça a la autodenominada por los bilbaínos como “Catedral” –algo sorprendente cuando ni uno solo de los 1.000 partidos más importantes de la historia del fútbol se ha jugado ahí– con un doble objetivo: asaltar la segunda plaza que da derecho a ir a la Supercopa y meterse, acaso por última vez, en la lucha por la liga.
Y con esas buenas intenciones pareció comenzar el equipo azulgrana. La ligera mejora en las transiciones atacantes y un par de buenas llegadas transmitían esa sensación. Pero se trataba de un burdo espejismo que duró apenas 20 minutos. Los que tardó el Athletic en amagar con salir al contragolpe y hacer que los visitantes comenzarán a sobar el balón sin ton ni son.
Al desperezamiento local se le sumaron las lesiones de DecepJong y de Pedri, que acabó con el canario llorando en el banquillo. Lágrimas de cocodrilo pues no se ve ni por parte del club ni del jugador la más mínima intención de cambiar algo. Y tener en plantilla a un jugador que pasa más tiempo lesionado que disponible, resta más que suma. Dos bajas que dejaban el centro del campo como un solar, más aun pensando en la cercana visita del Nápoles. Sí, el fantasma de Sergi Tormento como titular en un partido crucial de Champions vuelve a aparecer. En Marzo de 2024. Increíble pero cierto.
Las lesiones provocaron la entrada de Fermín y Lamine el Chaval, aportando más ganas que juego, especialmente por parte del primero. De su empuje nació la mejor ocasión del Barça que se encontró con un salvador Unai Simón que primero imposibilitó el remate de Fermín tras una pelota al espacio y después sacando el disparo lejano de Cancelo. Prácticamente ahí acabaron las ocasiones de nivel para ser llamadas así.
Porque si en la segunda parte alguien esperaba un do de pecho de los de Xavi para reengancharse a la liga, se dio de bruces con la tozuda realidad de una temporada marcada por la parsimonia y la falta de actitud. Xavi podrá seguir vendiendo la moto de la famosa reacción del equipo que nadie ha visto tras su dimisión en diferido pero en la reanudación, daba la sensación de que quien jugó un partido a cara de perro hace apenas tres días era el propio Barça. Se volvía a dejar esa penosa sensación de que todos los equipos tienen un plan de juego ensayado y trabajado menos él.
El triple cambio del técnico de Terrassa terminó por cerrar el partido del todo. Y casi la temporada. Porque el equipo, sin un mínimo de ambición, pareció conformarse con un puntito que, vista la trayectoria del Girona, antes o después debería servir para llegar a la segunda plaza. Ni siquiera hubo un amago de arreón final, ni unos centros desesperados a la olla, ni nada. La nada misma. Ese es el Barça de Xavi.