En los últimos 20 años barcelonistas, pocos campos han sido peores lugares para visitar que Balaidos. Ni siquiera el Bernabéu o el Metropolitano. Y si hace pocas temporadas el Barça se dejó remontar un 0-3, la historia de hoy fue similar. Con un equipo local presionando como si le fuera la vida en ello desde el minuto 1, maniató a los de Flick que, de un tiempo a esta parte, han perdido la frescura y alegría con la que deslumbraron en el primer tercio de la temporada. Fruto de ello llegaron las primeras ocasiones celestes que pusieron en evidencia, principalmente a Gerardouglas Martin.
Que no es oro todo lo que reluce en la Masía quedó claro con la actuación de este canterano. Vio la amarilla a los tres minutos. Fue desbordado una y otra vez en cada ataque celtiña. Cometió un medio penalty y le perdonaron una expulsión por una más que posible segunda amarilla. Pésima su carta de presentación.
Sin embargo, el primer error grosero del partido fue el de Mingueza. Pese a su buen comienzo de temporada, el Chigrinsky de Santa Perpetua de Mogoda no dio la talla en un partido grande. Se comió un balón largo de Iñigo Martinez primero y el amago de Raphinha después, para ver como el brasileño, en su impagable estado de forma, adelantaba a su equipo.
No desanimó el gol en contra a los locales que continuaron insistiendo en su idea frente a un Barça espeso. Ni Pedri ni Olmo se encontraban a sí mismos y se hacía evidente que sin Yamal, todo va mal, que dirían algunos. Faltos de ideas, los de Flick se dedicaron a aguantar las oleadas célticas con la idea de que el cansancio pasaría factura en la segunda parte. Además, el técnico alemán decidió jugar con 11 en la segunda parte. Dejar más minutos a Gerardouglas era demasiado riesgo y la entrada de Fort mejoró, apenas ligeramente, el rendimiento defensivo del equipo.
Sin embargo, el empuje seguía siendo principalmente celtiña. Con el extra-mega-hiper-motivado-solo-contra-el-Barça Iago Aspasvientos al mando de las operaciones. Pero las ocasiones chocaban con su propia incapacidad atacante y con el hoy inspirado Iñaki Nodatanta Pena.
Otro fallo de Mingueza –acaso el partido en el que mejor rindió para el Barça- fue el preludio del gol de Lewandowski. Robo de Raphinha y asistencia para el polaco que parecía sentenciar el partido. Eran dos goles de ventaja y, pese al discreto juego, los azulgrana empezaron a contemporizar el juego a la vista de una victoria, casi, segura.
Pero cuando apenas quedaban 16 minutos, se desató la tormenta perfecta. La entrada de Frau Decepjong por Gavi y la expulsión de Casadó, que vio dos amarillas en apenas 7 minutos, fueron el principio del fin. Koundé empezó a pensar en el nuevo y extravagante modelo que luciría mañana domingo hasta que, imbuido en sus pensamientos, vio como Alfon le robaba la cartera, el reloj, el sombrero y el abrigo de visón para meter al Celta en el partido. De hecho lo metió tanto que apenas dos minutos después Hugo Álvarez empataba en un abrir y cerrar de ojos.
El desatado huracán vigués parecía que se llevaría por delante al Barça. Pero el desastre no fue completo y absoluto. Un amago de recuperación frenó la estampida y los de Flick salvaron un punto que supo a muy poco. No tanto por el juego exhibido, pero sí por tener la victoria en la mano y no saber conservarla. Los 6 puntos de ventaja tras el clásico pueden esfumarse en apenas dos partidos. Mucho trabajo por hacer.