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Crónica

Derrape inesperado, parte II

Partido aparentemente fácil el que encaraba el líder en casa. Frente a un rival enfangado en la lucha por no descender. Que aún no había ganado fuera de casa. Que jamás lo había hecho en su historia en Barcelona. Y con la alineación casi de gala, con la única rotación de Cubarsi por Eric Garcia, asumible para dar descanso al chaval y comprobar si hay algo aprovechable en Eric. El partido, como Miami, me lo confirmó que no.

Y es que no es de recibo salir dando todas las facilidades posibles al rival. Por muy del Lago Ness que sea, con una actitud rayando el pasotismo. Los de la periferia de Madrid aprovecharon la alfombra azulgrana de bienvenida avisando con una clamorosa ocasión de Munir, que abortó Iñaki Peña. En el consiguiente córner, siguió la pasividad en defensa para dejar un remate franco en la frontal del área pequeña para que los visitantes se pusiesen por delante.

Botín inesperado en el minuto 3 para un Leganés que renunciaba definitivamente al futbol. Si es que pensaba proponer alguno. Y con la aquiescencia arbitral para desarrollar un juego defensivo, marrullero y de pérdidas de tiempo, empezó a frotarse las manos, sabiendo lo fácil que sería desquiciar a su rival.

Un rival, que además de desquiciado, estaba absolutamente espeso. Con cuatro defensores amontándose en el centro cerrando espacios, los azulgrana se empeñaban en meter pases interiores al estático y errático Viejowski. Robert va camino de repetir la temporada del mundial: arrancada de caballo, parada de burro. Aun así, dispuso de un par de claras ocasiones abortadas por su mezcla de remate al muñeco y la sangre fría de Dimitrovic.

 

Junto al polaco, un renqueante Lamine lo intentaba pero nada le salía. Especialmente a raíz de una entrada tobillera de las que pueden dejar secuelas. Peor aún fue lo de Dani Olmo. Desde que volvió de su lesión parece su hermano gemelo malo. Se ha convertido en un jugador lento, torpe y previsible. Para ver una actuación más lamentable de un delantero azulgrana hay que remontarse a alguna de las que perpetró Saviola. Por momentos su nivel rozó el de la Leyenda Dugarry. Solo Raphinga mostraba algo parecido a ese nivel de hace un par de meses. Y pudo empatar el partido pero una tremenda intervención de Dimitrovic lo impidió.

 

El camino a los vestuarios hacía pensar en una trabajosa remontada. Pero tras el descanso, se vió que el Leganés se encontraba cada vez más cómodo en su papel. Atrincherado en su área, incluso facilitando las entradas por bandas, sabedores de su superioridad defensiva en los centros laterales, echaron el cerrojo. No pasaron excesivas dificultades para mantener el resultado. Llegaron algunas ocasiones, sí, porque con un rival metido en su área es difícil que no las haya. Las tuvo Koundé, lo intentaba Pedri, carrusel de cambios apelando a la engañosa racha de Fallón… pero no había nada que hacer. Era uno de esos partidos en los que podrían estar jugando hasta el miércoles y nadie marcaría. Y nadie marcó.

 

Segunda derrota consecutiva en casa ante un rival de la parte baja de la tabla. Tal vez hay que abrir los ojos y pensar que lo de los primeros meses no dejaba de ser un pequeño milagro Flickeano, habida cuenta del nivel global de una plantilla donde si el once titular no está fino, nadie en el banquillo hará de revulsivo. Porque ninguno tiene esa capacidad para cambiar partidos. Son cinco puntos de los últimos dieciocho posibles y la terrible sensación de que el motor de la Flickswageneta sigue engripado.