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Yoyalodije

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Henry no es ni el primero ni el último jugador que se mueve de un club a otro por dinero y por prestigio ( no necesariamente por este orden). Decían los Titinólogos ( nada que ver con los fans del personaje de Hergé) que estaba harto de no ganar nada en el Arsenal, que iba loco por venir al Barça a ganar títulos. No sería esto totalmente cierto cuando rompió su compromiso verbal con nuestro equipo tras perder la final de París. Estos mismos expertos son los que crearon una especie de extraño pesimismo por el cual parecía que era peor haber ganado la Champions que no tener a Henry.

Todos sabemos como acabó el tema, acabó viniendo un año más viejo y más caro.

Su primera temporada fue desastrosa aunque posiblemente no toda la culpa era suya, entre la desidia de la plantilla y staff técnico, su separación y el asunto “No sin mi hija”, tuvimos la sensación de que el Arsenal nos había vuelto a timar ( todavía no estoy seguro de que no sea así).

Uno de los múltiples éxitos de Guardiola es haberlo recuperado para el futbol, aunque le costó un poco ( el muchacho no despertó hasta el hat-trick ante el Valencia en el mes de diciembre), y así demostrar que era un jugador válido. Hizo muy buenos partidos y metió goles, los que echamos de menos esta temporada. No fue el del Arsenal ( el Henry de Londres solo se ve a la hora de cobrar) pero si un elemento válido para el equipo.

Lo de este año ya es otra cosa, sin percibir la desidia de su primera época – Pep no se lo permitiría- está rindiendo a un nivel muy bajo y sale en las alineaciones más por su nombre que por lo que aporta al equipo. Lo más grave es que cierra el paso a otro jugador que ha hecho muchos más méritos, Pedro, un joven a años luz de la calidad del francés pero con un rendimiento inconmensurable.

Parece que el entrenador se está dando cuenta y que, si no hace los deberes, no aparecerá en el 11 titular. Ni Pep ni el Barça se pueden permitir que flote por el vestuario una mínima sensación de injusticia.

¿Henry? Sí, pero cuando se lo gane. No puede quejarse de las innumerables oportunidades recibidas.